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ESPUMA DE CLARA DE HUEVO |
En el mundo de las espumas alimentarias,
la más extendida es, sin duda, la espuma de clara de huevo o clara montada
a punto de nieve. Merengues, bizcochos, tartas, mousses o souffles son
algunos de los platos que basan su peculiar textura y su ligereza en la
asombrosa capacidad espumante de las claras de huevo.
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En principio todas las proteínas
constituyentes de la clara de huevo se encuentran en disolución coloidal
en la matriz acuosa gracias a su estructura globular. Aunque son largas
cadenas de aminoácidos con elevado peso molecular (macromoléculas) y
muchos de los aminoácidos que las constituyen son apolares e hidrófobos,
su peculiar conformación en ovillo hace que los tramos no hidrosolubles de
la molécula queden hacia su interior, presentándose hacia la parte externa
una superficie completamente compatible con la disolución acuosa.
VER: LA CLARA DE HUEVO |
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MECANISMO DE FORMACIÓN DE LA ESPUMA
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La formación de la espuma es un proceso
termodinámicamente adverso que requiere aporte energético en forma de
energía mecánica suministrada por el batido.
El batido de la clara no
solamente introduce aire en ella, sino que además produce un flujo en su
matriz acuosa que arrastra a las macromoléculas proteínicas. Si este flujo
es suficientemente fuerte, puede desenvolver algunos de los ovillos menos
estables, obligándolos a perder su estructura original y a presentar al
exterior las zonas hidrófobas.
Dada la cercanía de las burbujas de aire,
las proteínas así desnaturalizadas se adsorben sobre la interfaz agua-aire
orientando sus zonas apolares hacia el interior de la burbuja y sus zonas
polares hacia la matriz acuosa; esto reduce drásticamente la tensión
superficial de la burbuja actuando como un eficaz surfactante. |
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Clara montada con copete |
FASES DE LA FORMACIÓN DE LA ESPUMA
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En los primeros momentos del batido se
forma una espuma basta, de grandes burbujas y poco estable, surfactada
principalmente por las ovomucinas, que son las proteínas de la clara que
más fácilmente pierden su estructura globular.
Si el batido prosigue se
incorporan a la capa surfactante ovoglobulinas y ovotransferrinas. Aunque
las burbujas se hacen cada vez menores y lógicamente aumenta la extensión
total de interfaz, el contenido de la clara en ovoglobulinas y
ovotransferrinas es suficiente como para que la concentración de
surfactantes alcance valores elevados en todo el volumen de espuma,
permitiendo que espume de manera muy estable toda la clara (recuérdese que
en otros alimentos, solamente una parte del líquido original queda
espumado); de hecho, es posible añadir algo de agua a la clara y aún se
conserva concentración proteínica suficiente como para montarla a punto de
nieve.
Además, al perder las proteínas su estructura original en ovillo,
muchos de los enlaces débiles que la mantenían han quedado libres y
tienden a rehacerse; al encontrarse una multitud de moléculas proteínicas
entremezcladas en la capa surfactante, muchos de estos enlaces se rehacen
como intermoleculares, asociando las diversas moléculas en una red
proteínica continua que estabiliza aún más la espuma. En este punto del
proceso se hace importante el papel de la conalbúmina, que no interviene
como surfactante, pero al oxidarse con el oxígeno que se difunde desde las
burbujas se asocia con las proteínas surfactantes conectando burbujas
vecinas y fortaleciendo la red. Si a la aparición de esta estructura de
conexión se une la elevada viscosidad que conserva la matriz retardando el
drenaje, se puede entender la capacidad de la clara de huevo de formar,
aún en crudo, una espuma tan abundante y persistente.
Esta viscosidad se
debe al elevado porcentaje de proteínas (principalmente ovoalbúminas) que,
por ser más estables, aún conservan su estructura soluble.
Sin embargo, el proceso de formación de
enlaces entre moléculas proteínicas vecinas puede ir demasiado lejos: si
se continúa el batido durante demasiado tiempo o con una potencia
excesiva, la apertura de enlaces prosigue; las proteínas vecinas comienzan
a asociarse tan estrechamente que expulsan el agua que embebe la red y la
espuma queda seca y poco flexible, haciendo muy difícil su mezcla con
otros componentes de la receta que se pretendía preparar. Más aún, si se
prosigue el batido, aparecen gránulos proteínicos rígidos que supuran
líquido y la graciosa uniformidad de una clara bien montada se pierde. A
mano es prácticamente imposible llegar a este estado de sobrebatido, pero
levantando la espuma con batidora es relativamente fácil alcanzarlo. Como
se verá más adelante, hay estrategias que permiten bloquear la excesiva
formación de enlaces intermoleculares, especialmente los puentes disulfuro,
que son los más fuertes.
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Inicio de la formación de espuma
Espuma basta
Espuma cremosa
Espuma dura |
APLICACIONES DE LA CLARA MONTADA A PUNTO DE NIEVE
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La gran estabilidad de la espuma de
huevo en crudo permite confeccionar mousses y merengues crudos, pero en
muchas aplicaciones culinarias la ovoalbúmina desempeña un papel mucho más
importante que el de mantener la viscosidad.
Aunque es demasiado estable
como para desnaturalizarse por el batido, si se desnaturaliza por el
calor. Al aumentar la temperatura hasta los 60°C, comienza a coagular y
solidifica de modo permanente la estructura de la espuma permitiendo la
preparación de bizcochos, tartas y souffles.
Práctica: pastel de chocolate |
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Factores que afectan a la espumabilidad
y a la persistencia.
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La formación de espuma de clara de
huevo, como cualquier otro proceso físico-química, está muy influenciada
por las condiciones del medio. Entre los aspectos más importantes se
pueden destacar los siguientes: |
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La temperatura tiene una doble
influencia. Por un lado, la clara a temperatura ambiente espuma mucho
mejor que la recién sacada del frigorífico ya que la baja temperatura
dificulta la desnaturalización de las proteínas que deben actuar como
surfactantes. De hecho es muy difícil levantar a mano una clara fría. Sin
embargo al estar el huevo frío es más fácil separar claras y yemas sin
dejar ningún rastro de estas últimas en las claras que se pretenden batir,
y como se explicará más adelante, el más mínimo resto de yema reduce
drásticamente el volumen y la persistencia de la espuma obtenida; además
la espuma fría drena aún más despacio y por ello es más estable.
En muchas recetas se recomienda dejar
que los huevos tomen temperatura ambiente antes de batirlos, pero dado que
en la actualidad el batido suele hacerse con medios mecánicos, la
dificultad inicial para que comiencen a espumar no es significativa. Al
menos se puede recomendar que se separen claras y yemas inmediatamente
después de sacar los huevos del frigorífico, aunque se dejen templar antes
de batirlos.
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El pH original de la clara de huevo es
ligeramente alcalino. Esta circunstancia facilita la formación de enlaces
disulfuro por unión de grupos sulfuro de diferentes moléculas proteínicas,
reforzando la red. Como los puentes disulfuro son los más estables de los
enlaces que mantienen la estructura globular, el efecto no es acusado en
las primeras etapas de la formación de la espuma, pero en caso de
sobrebatido, este tipo de enlaces son los principales responsables de la
excesiva rigidez de la espuma y de la aparición de grumos. Como
consecuencia, si se baten las claras con medios mecánicos, es conveniente
acidificar ligeramente la clara, lo que permite que los grupos sulfuro se
saturen con los protones tomando la forma de –SH, en vez de formar puentes
disulfuro. Además, si se evita que se formen este tipo de enlaces, la
espuma queda más suave y cremosa y es más fácil de mezclar con otros
ingredientes de la receta. Se suele utilizar ácido tartárico en polvo, que
se denomina en cocina cremor tártaro. Tradicionalmente se afirma que la
clara a punto de nieve queda mejor formada si se utiliza un recipiente de
cobre; según Harold McGee, este fenómeno se explica porque los iones de
cobre se asocian también con los sulfuros, formando grupos –SCu, con
efectos similares a los de aumentar la acidez pero con el inconveniente de
comunicar algo de sabor y un ligerisimo tinte verdoso a la espuma. |
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Sal Común (cloruro sódico)
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Los iones formados por la disociación de
la sal al disolverse en la matriz acuosa bloquean de un modo muy eficaz la
formación de enlaces intermoleculares, incluso con baja concentración, e
impiden así la consolidación de la red proteínica con consecuencias
negativas para la espumabilidad y la persistencia. Por esta razón se
recomienda añadir la sal sobre otros ingredientes del plato y no sobre las
claras a punto de nieve.
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En muchas recetas de clara a punto de
nieve interviene el azúcar, a veces en cantidad elevada. Añadir azúcar a
la clara tiene un doble efecto; si se añade al principio dificulta la
formación de espuma bloqueando la formación de enlaces intermoleculares,
de modo parecido a lo que se ha comentado para la sal. Sin embargo,
añadiéndola cuando la espuma ya esta levantada impide la aparición de
efectos de sobrebatido y espesa la matriz acuosa retrasando el drenaje y
contribuyendo a la persistencia. En algunas recetas se añade una cantidad
de azúcar muy superior a la de saturación de la disolución acuosa; en este
caso se debe añadir azúcar en polvo de modo que la porción que queda sin
disolver pase inadvertida y no provoque un efecto terroso al tacto, como
ocurriría si se añadiese azúcar cristalina.
Si se bate la clara a mano es
indispensable no añadir azúcar al principio del batido. Si se bate con
medios mecánicos este aspecto toma menos importancia; añadiendo azúcar al
principio la espuma tarda algo más en aparecer, pero acaba formándose, y
además se combate desde el principio el posible sobrebatido.
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Los huevos al envejecer sufren un
proceso de alcalinización debido a la pérdida progresiva del CO2 disuelto
en la matriz acuosa a través de los poros de la cáscara. La alcalinización
de la yema es muy ligera, pero la clara pude pasar de un pH ligeramente
alcalino, alrededor de 7,5, hasta uno francamente básico de más de 9.
Recuérdese que la escala de pH es logarítmica, por lo que esto supone una
disminución de la concentración de H+ del orden de 1/100. Las
consecuencias de este proceso sobre las interacciones entre la moléculas
proteicas es muy notable: comienzan a deshacerse los agregados que
mantenían la clara translúcida y viscosa y las proteínas se repelen
volviéndose más transparente y fluida. Los cambios de aidez en la yema son
poco importantes, pero se da un proceso de ósmosis con paso de agua desde
la clara, menos concentrada. La yema aumenta su volumen y esto tensa su
membrana y la debilita facilitando que se rompa.
Estos cambios motivados por el
envejecimiento del huevo tienen consecuencias directas sobre su
espumabilidad: por un lado, las proteinas se desnaturalizan mejor y la
clara se monta más fácilmente; por otro, la pérdida de viscosidad favorece
el drenaje y la espuma es menos firme y estable. Además la debilidad de la
membrana de la yema favorece qye se rompa y contamine las claras derante
la separación. Como se verá en el siguiente punto la presencia de yema
dificulta considerablemente la formación de la espuma. |
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Presencia de grasas, lípidos polares y
detergentes.
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Las grasas son los principales enemigos
de la espuma de clara. No solamente compiten con las proteínas
surfactantes en la interfaz agua-aire de las burbujas sino que también
bloquean la formación de enlaces entre proteínas debilitando la red que
estabiliza la espuma. Sorprendentemente los detergentes o los lípidos
polares que son buenos surfactantes de por si debilitan la espuma por la
misma razón: no son compatibles con las proteinas e interfieren su acción.
Por estas razones es determinante evitar la más mínima contaminación de
estas sutancias en la clara que se pretende montar: un recipiente de
plástico que tiende a retener algunas moléculas de grasa; uno mal aclarado
que retenga detergente o jabón; la rotura de la yema en la separación que
aporte a la clara una pequeña cantidad de grasa de lecitina y de
colesterol. En todos estos casos la clara será más difícil de montar y
resultara menos estable.
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