El huevo es, quizá, el
alimento más resistente al deterioro siempre que se conserve en
condiciones adecuadas. Sin embargo, según va transcurriendo el tiempo
desde su puesta, sufre cambios que perjudican su uso gastronómico, aunque
no sean perjudiciales para la salud. Estos cambios se deben al paso de
agua desde la clara hacia la yema y a la pérdida, a través de los poros
del cascarón de CO2 y de agua.
La pérdida de CO2
provoca un aumento drástico en la alcalinidad del huevo. La yema puede
pasar desde 6.0, ligeramente ácido, hasta un pH casi neutro (6,7-6,9). En
el caso de la clara la alcalinización es más notoria; puede pasar desde el
pH ligeramente alcalino de 7,5 hasta uno claramente alcalino mayor de 9.
Recuérdese que la escala de pH es logarítmica, de modo que una variación
de un solo punto supone un cambio de concentración de H+ de
diez veces.
Esta variación de pH tiene
consecuencias para la configuración de las proteínas que comienzan a
disociar sus grupos COOH a COO- + H+, y cargadas negativamente se
disocian
y se repelen. Como consecuencia la clara se hace más fluida y
transparente.
Como consecuencia también
aumenta el número de enlaces disulfuro y disminuye el poder espumante de
la clara pero, aumenta la termorresistencia de la ovoalbúmina.
El paso de agua desde la
clara hacia la yema es un fenómeno osmótico: la concentración moléculas
solubles es mayor en la yema y como consecuencia unos 5 ml. de agua
atraviesan diariamente la membrana vitelina, semipermeable, hacia la
yema aumentando su volumen. La membrana vitelina es algo extensible y
aguanta el aumento de volumen, pero pierde resistencia de modo que la yema
tiende a romperse con facilidad.
La pérdida de agua a través
de los poros del cascarón, hace disminuir la masa total del huevo y por
tanto su densidad. Se puede notar que la cámara de aire situada entre las
membranas del cascarón aumenta apreciablemente de tamaño. |